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Andrés Aguinaga Oliver

PROLOGO

«ENSEÑAR A PENSAR» es un título adecuado para el contenido del Libro que nos presenta Andrés Aguinaga Oliver, a modo de ensayo crítico de la forma de desarrollar actual que caracteriza, según su punto de vista, a la enseñanza universitaria , con especial referencia a la docencia en las Facultades de Derecho, campo donde trabaja el autor, a quien felicitamos por su interés y la profundidad de sus reflexiones en torno a un tema tan difícil pero evidente, obvio, porque los resultados de las carencias de la enseñanza en formación de los Abogados de nuestros tiempos las conocemos y padecemos quienes nos dedicamos a la enseñanza universitaria con vocación antes que con sentido estrictamente de trabajo. Las críticas de la sociedad civil son preocupantes pero traducen una realidad

El Libro invita a leerlo y volver a revisarlo con ánimo reflexivo, concordándolo con la realidad de nuestra Facultad de Derecho y Ciencia Política de la Universidad San Martín de Porres, donde laboramos con el autor y conversamos sobre diversas inquietudes que nos despiertan los problemas diarios de la enseñanza universitaria.

Justamente , en la Universidad es donde los Profesores debemos orientar, guiar, «enseñar a pensar» a nuestros alumnos, condu-ciéndolos por las numerosas especialidades e instituciones que contienen las Ciencias Jurídicas para que ellos mismos se convenzan de los antecedentes, principios y contenido de fondo, y sepan aplicarlo a la realidad , no sólo con el afán de ganar dinero con el ejercicio de la profesión de Abogado, sino para obtener la satisfacción espiritual, moral, de actuar convencidos de que determinada institución está bien o mal manejada y proponiendo alternativas de solución, para lograr que se consiga el fin querido por la norma jurídica dentro de la sociedad peruana, con la cual estamos comprometidos.

Esa aspiración tan vasta y ambiciosa que cultivamos quienes enseñamos por acendrada vocación por el Derecho se choca con la permanencia de patrones de enseñanza ya superados, donde el cultivo memorístico y el monólogo del Profesor terminan en un concierto de repeticiones, año tras año, mientras que el mundo avanza a nuestro alrededor y el Alumno no confronta los conocimientos adquiridos de memoria con la vida práctica; y tampoco reflexiona sobre su realidad, porque no fue inducido ni preparado para hacerlo.

Académicamente se define al verbo «pensar» como: «imaginar, discurrir, considerar». «Reflexionar. Examinar con cuidado una cosa para formar dictamen» dice la Real Academia Española. Con su «Enseñar a Pensar» Andrés Aguinaga Oliver propone que los Profesores Universitarios, especialmente en el campo del Derecho, dediquen sus mayores esfuerzos a este propósito de inducir a la reflexión sobre los alcances de las instituciones y leyes confrontadas con la realidad nacional e internacional, para formarse juicios de valor y no repetir por repetir.

El Libro de Aguinaga es una crítica cruda y mordaz contra el método pasivo; un elogio radical del método activo y una Propuesta para rediseñar Curriculas bajo los nuevos lineamientos pedagógicos que caracterizan al método activo, donde el diálogo, las inter-venciones, exposiciones orales y práctica forense dinámica serían los componentes esenciales del nuevo diseño.

El Libro tiene un esquema muy ágil. Su discurrir es lógico y por ello, invita a leerlo de una sola vez. En el Capítulo Primero se analiza un tema: ¿Cómo se enseña?. Se concluye precisando que el objetivo macro de la Obra consiste en rechazar el método pasivo y la curricula rígida, proponiéndose el método activo como alternativa de solución para la crisis de la educación universitaria. En el Capítulo Segundo se plantea una Propuesta: ¿Cómo se debería enseñar?. Mecanismos y Procedimientos Complementarios. En el Capítulo Tercero: ¿Qué se enseña?, concluyéndose en que la Curricula Rígida debe reemplazarse por la Currícula Flexible. El Capítulo Cuarto analiza los Sistema de Evaluación proponiéndose uno nuevo que reactualiza los procedimientos de evaluación del método activo.

Saludamos al autor por su vehemencia y franqueza, así como por la profundidad de sus críticas, lo que demuestra que conoce lo que enseña y donde enseña, su inquietud lo lleva a pensar y reflexionar sobre si lo estamos haciendo bien, regular o mal.

Concordamos con Andrés Aguinaga Oliver en los lineamientos básicos de su obra que nos complace prologarla porque somos entusiastas cultores del método activo. No obstante manifestamos nuestra cordial discrepancia en la generalización de su crítica que afecta a casi todos los profesores universitarios de hoy, a las universidades y al sistema, en general, sin aceptar excepciones. Nos parece que más se trata de cuestión de estilo que de olvido, porque el autor se caracteriza y lo demuestra, por su manera de ser analítica y reflexiva.

Se trata de una posición polémica, constructiva. Pero hay carencias estructurales en la enseñanza universitaria, como en muchas cosas en nuestro Perú, que no se solucionan aisladamente con la Propuesta de Aguinaga, porque el problema de la crisis universitaria es más complejo. Seamos realistas. Se requiere una infraestructura monumental con financiación permanente y sostenida, comparada con la que ahora poseemos, para poner en práctica los lineamientos básicos de la reforma universitaria, uno de los cuales enfoca Aguinaga. Si sólo imaginariamente pudiera concretarse su modelo ideal y lo insertáramos en nuestra realidad socio económica, nos encontraríamos con que el modelo sólo podría aplicarse con sentido elitista; o sea sólo para los alumnos que pudieran pagar su alto costo. Hoy se discute una homologación de haberes para profesores universitarios para que ganen remuneración básica igual a la de los jueces del Poder Judicial, pero nadie sabe cómo se financiará permanentemente esta igualdad. El remedio, a la peruana es: « homologación progresiva».

El estilo y contenido de Aguinaga lo definen nítidamente en su libro y ojalá muchos profesores universitarios jóvenes cultivaran el mismo empeño y afán crítico; pero queremos dejar sentado que hoy día hay una gran mayoría de profesores universitarios que practican el método activo. Falta la decisión de nuestras autoridades para que las Facultades de Derecho no sean meras islas y sus componentes proyecten sus conocimientos y reflexiones a la realidad, a la sociedad civil, como lo hemos planteado en los últimos veinte años.

Si orientamos nuestras reflexiones comparando las deficiencias y carencias crónicas de la currícula rígida con los beneficios evidentes del método activo, aplicando todo a la realidad subdesarrollada de nuestro país, advertimos que el modelo ideal de enseñanza activa que propone Andrés Aguinaga Oliver resulta prácticamente inalcanzable para todo el sistema de la universidad peruana, porque las carencias económicas para financiarlo son indiscutibles y constituyen el primer escollo insalvable, por ahora.

 

Aconsejamos que esta obra se divulgue entre los maestros y alumnos de las Facultades de Derecho para enriquecer las reflexiones que desarrollen un movimiento de reforma curricular y de enseñanza para nuestra noble profesión de Abogados, tan criticada, a veces con exageración, en los últimos tiempos.

Nos preocupa que los nuevos Abogados cultivan poco la reflexión y el «pensar el Derecho». Lo advertimos en las clases de Maestría. No se preocupan mucho por la lectura constante, la actualización permanente y el enfoque multidisciplinario, que hoy son básicos para el desarrollo profesional, no sólo en el campo del Derecho sino en todos los campos.

El alumno con quien nos encontramos en un salón de clase, tiene miedo de intervenir, dialogar e interactuar en clase, por temor a que se burlen de su ignorancia sobre determinado tema; por temor a «quedar mal», lo cual es humano y explicable, pero debe superarse y para eso está el tino dúctil de Maestro que guía e inspira confianza, permitiéndole «que se suelte» y exponga sus ideas. Logrado eso, que satisfacción sentimos los Profesores cuando el alumno descubre alguna proyección o consecuencia que no habíamos encontrado nosotros en nuestra reflexión. Por lo menos a mí me pasa y me deleito, porque termino aprendiendo.

No es cierto que el libro haya sido enterrado por la Internet. Estamos en la Era del Conocimiento y debemos rendir culto a la tecnología, por su valioso apoyo al desarrollo del hombre, pero sin descuidar la lectura amena de un libro de Derecho que, como dice Andrés Aguinaga O., debemos leerlo, pensarlo y reflexionarlo, sacando nuestras propias conclusiones para avanzar en construir una sociedad mejor.

 

 

PEDRO FLORES POLO

Abogado

Profesor Universitario

Lima, septiembre 2005

 

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