Poemas (VII)
Porque me miras, me tocas
Porque te acercas, me rompes
Entrar al inexpugnable, mi metro cuadrado
Construyes tu alameda, sacas de paseo mi alma
prendes el alumbrado de mi mente
cansa no me verte, tiendes mi intimidad
secas mis maldades.
Por unos días demás u otros de arena
Recibo tu aliento de postre a mi gozo en
Libertad de campanas, que tañen, saltan
Prendidas a tu pelo de ajenjo y jengibre;
Cuculí serrana vuelve a tu mundo cargado de cruces
Iglesias y ventanas
Alma dulce, clava
Entonces: abre, cae suave ven requiebra, acompáñame de principio a fin
Atrévete a ser luz, empáchate de deseo
atosígate de cariño y sol de espátula
No oigo el silencio de tu movimiento ni el eco de una caricia que se desprende aún así me dejas recorrer tu llanura, empapado de ternura, sexo y violeta, descabalgo mi cansancio en el manto de tu cuerpo
Tomo aire del adentro me consumes
Salta mi sangre hirviendo de calor, que produces deslizándome por mis dedos a intimidades entre pecho, alma y piel.
Tu voz como agua, ronca, clara, río que baja y cae de cielo, rota en peña
Corriendo en el atardecer perdiéndose en cada paso reflejando cielo y hiel
Para tu viaje, esforzado trabajo
Regando raíces permites la vida
Floreces al hombre y sobretodo al niño
Pudiendo faltar de todo pero habiéndolos
Sobra siempre la alegría
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